La perspectiva de seguridad que tienen las mujeres varía mucho en función de su nacionalidad de origen. Los factores social, económico y educativo cobran protagonismo en esta realidad cada día más latente en la sociedad y en su discurso público. En este reportaje, conoceremos la opinión de diez mujeres procedentes de diversos países del mundo y su visión sobre el acoso callejero.
SOFÍA LÁZARO, JAVIER ERRO Y DANIELA ARNAL
La desigualdad de género, muy presente en el este de Europa
“Budapest es una ciudad segura, pero esto depende mucho de la zona por la que te muevas”. Jazmín Nguyen, de 20 años y procedente de Hungría, considera Pamplona una ciudad muy segura en comparación con su país de origen. Aclara que, como en todas las ciudades grandes, hay lugares conflictivos. Nguyen ha vivido el acoso callejero en primera persona: “Me han gritado, silbado y pitado desde varios coches. Esto es algo que aquí no me ha pasado”. La joven afirma que, por suerte, las mentalidades están cambiando aunque todavía queda mucho por hacer y compara el comportamiento de los varones de Hungría con los de España. “Me quedé impresionada del respeto que muchos hombres tienen aquí hacia las mujeres”, explica.
“Me quedé impresionada del respeto que muchos hombres tienen aquí hacia las mujeres”.
Jazmín Nguyen, 20 años (Hungría).

Una visión que contrasta con la de Elisaveta Antimova, búlgara de 50 años, que afirma haber vivido situaciones de acoso en la calle, incluso junto a sus hijas por las calles de la capital navarra. “Pamplona es una ciudad segura, pero siempre hay que tener cuidado y estar atenta a la gente que te rodea”. Antimova confiesa que la sociedad búlgara es “predominantemente machista”, la inseguridad se respira en las calles y hay muchas zonas “no recomendadas para mujeres”. Estima la calificación a su ciudad con un 2 sobre 10.
La situación de Bulgaria es similar a la que viven en Moldavia. Elena Bogusevschi lleva 18 años residiendo en Pamplona y no fue hasta que llegó a España cuando comenzó a “valorar la libertad de la mujer”. Ella trabaja como camarera en el centro de la ciudad y no tiene problemas en regresar sola caminando por la noche. “Como mucho, te preguntan por si tienes fuego o un cigarro, nada más.
En Moldavia, especialmente en las grandes ciudades, cuando oscurece todo el mundo tiene que ir para casa. No se puede salir, hay muchos robos, agresiones y atracos”. A la falta de seguridad, se le añade el machismo: “Cuando llegué aquí, me llamó mucho la atención que los hombres cocinaran o cambiasen los pañales de los bebés en los restaurantes. Ojalá estas costumbres se incorporasen en mi país”. Bogusevschi anima a las mujeres a coger las riendas, estudiar y formarse para demostrar que no necesitan ser dependientes de un hombre para sobrevivir. Para ella las mujeres están todavía muy desprotegidas. “Mientras existan mujeres que pasen miedo, no lograremos funcionar bien como sociedad”, sentencia.

«Cuando llegué aquí, me llamó mucho la atención que los hombres cocinaran o cambiasen los pañales de los bebés en los restaurantes».
Elena Bogusevschi, 45 años (Moldavia).
Cecilie Thorup, danesa de 23 años, confiesa no haber sentido un gran shock respecto a su país de origen. “El proceso de adaptación ha sido muy natural”. Dinamarca es un país en el que la igualdad de género está muy asentada. Aún así, Thorup afirma que, como en la mayoría de países del mundo, existe machismo.
Machismo generalizado en Latinoamérica
Alejandra Quintero, colombiana de 19 años, asegura que en Colombia es muy común que los hombres le griten cosas por la calle y se queden mirando de una manera muy sexualizada. El límite entre piropo y acoso callejero está a debate. Para ella, cuando los comentarios son demasiado subidos de tono, los considera acoso callejero. “El transporte público es uno de los lugares más frecuentes donde se producen este tipo de ataques. Incluso manosean a las mujeres sin su consentimiento”, explica. Quintero cree que en la capital navarra la situación de acoso es menor, “la gente es muy respetuosa, nunca he sufrido ningún ataque”.
Sin embargo, en Madrid y Barcelona sí que ha experimentado momentos desagradables por la calle. Esto lo atribuye a que son ciudades mucho más grandes y con mayor población. No obstante, aunque Quintero afirma haber escuchado rumores sobre violaciones en algunos puntos de Pamplona, y esto le ha generado una leve angustia, admite que se siente totalmente segura en la ciudad: “Puedo salir por la calle con un vestido corto y sé que nadie se va a quedar mirando”. Y a pesar de que ha puntuado a Pamplona con un 8, si le tuviera que dar un consejo a una conocida, le diría que no se confiara demasiado: “Aunque da la sensación de ser una ciudad muy segura, en todas partes hay personas malas. Hay que estar alertas y no ser ingenuas, aquí también ocurren ataques”.
“Aquí puedo salir por la calle con un vestido corto y sé que nadie se va a quedar mirando”.
Alejandra Quintero, 20 años (Colombia).
Para Ruth Terrones, peruana de 29 años, el acoso callejero en su país depende mucho de la zona en la que resides. Sostiene que hay ciertos barrios donde la poca escolarización y la pobreza inciden ampliamente en la delincuencia: “En ellos se debe caminar con precaución, evitando las calles mal iluminadas y estrechas. Yo no he tenido ninguna mala experiencia, pero sí que a dos calles de mi casa han secuestrado, violado y matado a niñas. En contraste, los barrios con mayor poder adquisitivo tienden a ser más seguros”. Además, afirma que el machismo está muy presente: “No hay igualdad de género ni en el hogar, ni en la familia, ni en el trabajo…”.
«Yo no he tenido ninguna mala experiencia, pero sí que a dos calles de mi casa han secuestrado, violado y matado a niñas».
Ruth Terrones, 29 años (Perú).
La boliviana Rosario Urrutia, de 46 años, coincide con estas afirmaciones: “En mi país hay muchísimo acoso callejero. Los hombres parecen no ver límites y creen que tienen el derecho de hacerte y decirte lo que se les pase por la mente. Sin ningún tipo de respeto”. Además, considera impensable “que en Bolivia, un hombre pueda realizar las labores domésticas”. Ella califica con un 2 la seguridad de Bolivia, y aunque a Pamplona le otorga un 8, considera que hay aspectos que deberían mejorar. “He sentido miedo por la noche en lugares mal iluminados, como La Milagrosa”, concluye.
Marisa Gomez, ecuatoriana, residente desde hace 20 años en España, recalca la mala situación de su país: “En Ecuador las autoridades no hacen nada, y lo poco que hacen ni siquiera se nota”. La desigualdad entre hombres y mujeres está presente, tanto es así que Gomez explica que “en Ecuador, si ven a una mujer bebiendo, enseguida la tachan de borracha o de prostituta. Aquí eso no pasa”. Y aunque afirma que en España el panorama está mejor que en su país, podrían implementar más medidas como la educación ante estos temas: “Todo lo que sea para el bien de las mujeres es bienvenido”.
En México, el acoso callejero termina en muchas ocasiones con desenlaces fatales: el país registra el mayor número de feminicidios a nivel mundial, según cifras oficiales. Ana Sofia Piña tiene 22 años y nació en la capital mexicana. Piña considera que el machismo es una práctica normalizada allí. “Desde pequeñas, nos inculcan esa sensación de falta de seguridad y de que nos cuidemos mucho entre nosotras. Sabes que hay zonas que no puedes frecuentar, puesto que es bastante probable que pueda sucederte algo”. Cuando llegó a Pamplona, evitaba volver a casa por la noche andando y utilizaba con frecuencia el transporte público “por miedo a sufrir acoso”, algo que ahora ya no le preocupa. Coincidiendo con el estudio de Fundación Visiona, Piña señala la calle Abejeras como uno de los puntos en los que siente miedo en Pamplona.

«Desde pequeñas, nos inculcan esa sensación de falta de seguridad y de que nos cuidemos mucho entre nosotras».
Ana Sofía Piña, 22 años (México).
Rechazo al piropo en la cultura asiática
La realidad en Asia es muy diferente. La cultura popular allí no acostumbra al piropo y, por lo general, tienen tendencia a ser menos expresivos por un “concepto de educación”. Así lo cuenta Mónica Yu, de 40 años, procedente de Taiwán. Yu lleva media vida en España. Ha vivido en Madrid, Barcelona y ahora en Pamplona, ciudad en la que confiesa no haber sentido miedo. Apela al sentido común y asegura que, a determinadas horas, es mejor no volver andando y evitar ciertas zonas que pueden generar peligro. Esta situación rara vez ocurre en Taiwán, donde cerca de 8000 supermercados permanecen abiertos durante toda la madrugada.
Más allá de la comodidad que pueda suponer salir a comprar a cualquier hora, estos espacios se convierten en “un refugio en medio de la oscuridad”. Según un estudio de Numbeo, Taiwán es el segundo país más seguro del mundo después de Qatar. Las altas temperaturas no invitan a darse largos paseos, ni tampoco las ciudades cuentan con tantas zonas verdes como aquí. Eso sí, Mónica reconoce haber sentido acoso, especialmente durante su época de estudiante en España. “Cuando mis padres me visitaron por primera vez, alucinaron bastante con la forma de vestir de las españolas. Pensaban que eran prostitutas”, revela Mónica. “¿Por qué no puedo vestir con escote si quiero? ¿Acaso ir con escote implica tener que recibir ciertos comentarios fuera de lugar?”, se pregunta Yu. Al mismo tiempo, apostilla, “quizás el problema lo tienen ellos”.
Por otro lado, señala la pornografía como un factor que ha desvirtuado la sexualidad. “El porno ha hecho mucho daño en la sociedad, creando estereotipos de la mujer que no son reales y que incitan a adoptar actitudes agresivas”, si bien reconoce que tampoco es solo cosa de hombres. “No todas las mujeres somos santas. También nos gusta picar. Es un tema, sin duda, muy delicado. Cada caso es distinto. No se puede generalizar”. Mónica Yu asegura que debería haber más policía, pero también reconoce que es tarea de todos mejorar. “Todos tenemos que poner de nuestra parte. Nos volvemos muy exigentes en cuanto a lo que tienen que hacer los demás, pero también nosotros tenemos que aplicarnos el cuento”, concluye.
“¿Por qué no puedo vestir con escote si quiero? ¿Acaso ir con escote implica tener que recibir ciertos comentarios fuera de lugar?”.
Monica Yu, 40 años (Taiwán).
